sábado, 6 de marzo de 2010

Los Miserables del Siglo XXI

Si algo me está impresionando de la lectura de Los Miserables (Victor Hugo, 1862) es sin duda el carácter visionario de muchos de los discursos que el autor va colocando en las palabras de cada uno de los personajes de la novela. En muchos momentos me ha parecido estar leyendo mas una revisión moderna de la novela, que un relato contextualizado en el primer tercio del siglo XIX, como cuando Enjolras, a pie de barricada imaginaba la creación de un gran Parlamento en el centro de Europa, que uniese a los pueblos que habían entrado en lucha fratricida. (Texto que por cierto me gustaría conocer si sirvió de justificación alegórica de algún documento en la creación de la Comunidad Económica Europea y su descendiente más actual.)



Pero ayer, gracias a que el viaje era largo y el día se prestaba a la lectura, con sólo unas páginas de diferencia, la desilusión rompió escandalosamente la profecía de Victor Hugo en los labios del revolucionario Enjolras. Fue desilusión compartida, pues la humanidad en su conjunto, conocedora de esta prosa desde hace 138 años, no había podido llegar a interiorizarla para que de esta manera se hubieran llegado a cumplir aquellas vigorosas palabras:

"El siglo XIX es grande; pero el siglo XX será dichoso. Entonces no habrá nada que se parezca a la antigua historia; no habrá que temer, como hoy, una conquista, una invasión, una usurpación, una rivalidad de naciones a mano armada, una interrupción de civilización por un casamiento de reyes; no habrá que temer un nacimiento en las tiranías hereditarias, un reparto de pueblos acordado en congresos, una desmembración por hundimiento de dinastía, un combate de dos religiones al encontrarse frente a frente; no habrá ya que temer el hambre, la explotación, la prostitución por miseria, la miseria por falta de trabajo, el cadalso, la cuchilla, las batallas, y todos estos latrocinios del acaso en la selva de los acontecimientos"



Fue en su tiempo, y sigue siendo a día de hoy, toda una declaración de intenciones de cara al mundo que pretendemos construir, y también constituye un argumento irrefutable para seguir teniendo los pies en el suelo, y pensar que la utopía es anterior a nuestro nacimiento. Que todavía no se han cumplido las aspiraciones de nuestros antepasados, así que podemos empezar por ahí...


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué quieres decir con "pensar que la utopía es anterior a nuestro nacimiento." y "Que todavía no se han cumplido las aspiraciones de nuestros antepasados, así que podemos empezar por ahí..."

Me alegra que hayas vuelto por aquí...

Salud

Luis Rodríguez dijo...

A veces viene bien recordarnos que no somos los primeros que pensaron en un futuro mejor, que creyeron en el progreso y pusieron sus medios para conseguirlo. Creo que ya es hora de hacer realidad aquellas utopías decimonónicas, antes de plantear otras nuevas que seguramente necesiten de ese suelo para poder construirse.

Anónimo dijo...

Como vos dijisteis un día "utopías de barro son las que debemos soñar. Esas que tienen de ensuciarse los pies...". Por un momento temí que diijeras que ya no servían de nada...

Siento tristeza de haber defraudado aquel intenso deseo de Enjolras que hoy también es el de muchxs de nosotrxs.

Tenés razón. Esas aspiraciones siguen siéndolo hoy y todavía no son suelo fértil... casas que empezamos por el tejado y no conocen de un horizonte que se vea desde lo alto de la barricada.
Habrá que construirnos como personas primero "portando algunas prosas como cimientos".

lorenzo meler dijo...

Bienvenido Luisillo, si es que algún día te fuiste.

Quizás cuando habla del siglo XX sea una inspiración de futuro, como cuando pensábamos que el XXI iba a ser el cambio para la humanidad y la cosa ha ido considerablemente a peor (viendo los índices de hambrunas y de pobreza). Como digo quizás sea una metáfora de futuro, y es ahí donde creo que aciertas al decir que "es ahí por donde tenemos que empezar", aunque no se si será empezar o continuar.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Por cierto, excelente fotografía. Sabes poner la mirada... Ya tienes un sexto dedo