viernes, 26 de junio de 2009

Triste jornada

Ayer fue un día triste, a lo micro y a lo macro.

Mientras por un lado, el Congreso de los Diputados votaba mayoritariamente en contra de la justicia universal aplicada por los tribunales españoles hasta la fecha; una especie de justicia macrosocial y transnacional que no entiende de fronteras y que en ocasiones resultó ciertamente incómoda para algún que otro interés propio y nacional (véase la entrada en el blog de Escolar), por otro lado, las Cortes de Aragón aprobaban la nueva Ley de Centros de Ocio de Alta Capacidad tras un frenético proceso de redacción en el cual a la nula participación ciudadana se han unido preocupantes visos de inconstitucionalidad y caciquismo político, al que por otra parte estamos hartamente acostumbrados.

A todo ello ayuda notablemente la ceguera y sordera de una sociedad civil acomodada, que no ve motivo de preocupación alguno, pues ninguna de las dos noticias afectan hasta el momento a su ombligo y alrededores. Existe una tremenda desmotivación por lo público, por aquello que de alguna manera u otra nos afecta a todo el mundo por igual, aunque la relación sea indirecta, lo cual se traduce en una creciente legitimación hacia las fuerzas de poder que a día de hoy ocupan los puestos de responsabilidad política. Nuestra aquiescencia los legitima e incluso les confiere mayor poder, alienando nuestro ser social.




Pero la culpa no es sólo nuestra. Ayer por la tarde, mujeres y hombres contrarios a la implantación del macroproyecto de juego Gran Scala, intentaron asistir con normalidad a la votación de la Ley en las Cortes de Aragón. Fueron tratados como terroristas por parte de las autoridades de la sala, que llegaron a amenazarles con la expulsión del recinto ante cualquier tipo de intervención. Posteriormente, algunos de "nuestros representantes políticos" tuvieron la desfachatez de añadir la importancia de esa ley debido a la respuesta que suponía de cara al interés de los ciudadanos. VERGÜENZA.

Hoy esto no importará, ya veréis. Ha muerto Michael Jackson y los medios de comunicación se avalanzan como fieras a repetir las idas y venidas de este producto mediático. Más que nada, por si alguno se atrevía a escuchar o leer algo que no le convenía, no vaya a ser que por dos o tres que lean cosas que no debieran se les acabe el negocio.

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