Hubo un tiempo de país oscuro, más incluso que el de ahora, donde la cultura perfumaba el hedor pestilente que dejaba una política podrida en pañales, como la de ahora; y donde alumbraba una tierra hecha de muchas tierras, hechas a su vez de muchas lenguas, y que no pocas veces cayeron en silencios.
Más allá de Cánovas, Borbones o Saboyas, el siglo XIX destacó por artistas oscuros. Anónimos y oscuros, que daban brillo a unas gentes que habían visto tiempos mejores, y donde escribir era pensar en voz alta, o escrita, y que por lo tanto había que hacerlo con la lengua de la madre; sólo por el simple placer de no detenerse en traducir los sentimientos, que no tienen diccionario, y no por puro maniqueismo fariseo.
De Follas Novas, 1880.
Rosalía de Castro
Cando penso que te fuches,
negra sombra que me asombras,
ó pé dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.
Cando maxino que es ida,
no mesmo sol te me amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
Si cantan, es ti que cantas,
si choran, es ti que choras,
i es o marmurio do río
i es a noite i es a aurora.
En todo estás e ti es todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario